Cada vez que leo la frase de que los profesores tenemos que salir de nuestra zona de confort me pregunto cómo. Quiero decir, soy una convencida de que el cambio es necesario, estoy segura de que la pedagogía tradicional falla y se puede mejorar. Quiero cambiar, quiero salir de mi zona de confort, quiero innovar en la educación, quiero inspirar a mis alumnos, quiero despertar su curiosidad, quiero ser capaz de ayudarles a que conecten lo que sea que están tratando de aprender con sus pasiones. Pero ... ¿cómo?
Pensando en ello, me acuerdo de un chiste que me contó mi madre cuando era pequeña y me encantaba. Es el de Juanito que está en la cama, le quiere despertar su madre para ir al cole y él no quiere ir, la madre le da tres razones y con la última yo me acababa desperezando tronchada de risa porque al final era el director del colegio. Pues últimamente me viene mucho a la mente, y es que la responsable de la innovación educativa en mi colegio soy yo.
Pensando en ello, me acuerdo de un chiste que me contó mi madre cuando era pequeña y me encantaba. Es el de Juanito que está en la cama, le quiere despertar su madre para ir al cole y él no quiere ir, la madre le da tres razones y con la última yo me acababa desperezando tronchada de risa porque al final era el director del colegio. Pues últimamente me viene mucho a la mente, y es que la responsable de la innovación educativa en mi colegio soy yo.
En clase poco a poco lo voy haciendo, peor de lo que quisiera, planificando deprisa y cometiendo errores, pero voy encontrando el camino, ojalá supiera más, ojalá tuviera más tiempo para imaginar y documentar, ojalá escribiera con más frecuencia en mi blog, ojalá tuviera mejor aprovisionado el LMS y ojalá me pudiera leer muchos más enlaces con artículos, reflexiones y recursos que otros excelentes profesionales comparten en Internet. Lamentablemente no es el caso. Mi tarea como responsable de innovación no se limita a mis clases, la mayor parte de mi labor está en inspirar, motivar, guiar y mantener el deseo de introducir nuevas maneras de educar a mis compañeros, el resto de profesores del colegio.
Inspiración
Esta mañana he leído una excelente entrada en INED21 de Salvador Rodríguez Ojaos, al que sigo en twitter desde hace tiempo @salvaroj, ya el título me ha cautivado: El niño que quería aprender, pero tenía que aprobar. No sé de qué manera aún pero lo voy a meter en el claustro, da con la clave, como siempre. Pero además me ha hecho pensar en mí misma, me ha conectado con la niña que precisamente se preguntaba porqué no se caen las estrellas. Unas horas más tarde, sentada delante del ordenador con mi disfraz de adulta, me he dado cuenta de que en muchos momentos de mi día a día soy "la profesora que quería innovar, pero tenía que dirigir un departamento", y en otros soy "la jefa de departamento que quería que otros innovasen, pero que no sabía cómo conseguirlo".
Indudablemente el nuevo paradigma educativo tiene sus detractores, no estoy hablando de esos compañeros, que los tengo, cuando reflexiono sobre cómo impulsar el cambio desde mi puesto de responsable. Hablo de aquellos a los que se les ilumina la cara con las formaciones sobre innovación, los que quieren, los que lo intentan, los que no saben cómo.
¿Qué los frena?, ¿por qué lo intentan un poco y vuelven una y otra vez a caer en las mismas rutinas y lugares comunes que saben que no terminan de funcionar con la generación que asiste a la escuela?
¿Qué me frena a mí?, ¿qué hace que haya días que me levante con la actitud de 'Mamá, hoy no quiero innovar'?
Los profesores estamos aferrados a los contenidos, programados para proporcionar respuestas. Planteamos preguntas exclusivamente para comprobar que las respuestas que nosotros hemos dado se han asimilado. Esta es la primera idea que creo que debemos desmontar. Este año cumplo 40 años, supongo que estoy en torno a la media de edad de los docentes españoles (o eso quiero creer), la primera vez que usé Internet, siendo hija de un ingeniero informático, fue en 1º de carrera. Esto me convierte en una antigua alumna del contenido. En mi época no había más remedio que darle importancia al contenido, en cubitos, en botella, con cuenta gotas; a veces, con suerte, encontrabas un profe capaz de proporcionarte un barreño de contenido y que te ayudaba a bebértelo a sorbitos. La forma, el continente importaba poco, lo importante era dar y absorber cuanto más contenido mejor. Comparado con la actualidad crecimos en un ambiente seco de información, de contenidos.
Dejamos de innovar cuando se nos olvida que el mundo se ha inundado de información, el contenido nos rodea, nos envuelve, crece exponencialmente, tiende a infinito y puede llegar a ahogarnos o a envenenarnos. Nosotros somos nativos del contenido, sabemos cómo beberlo, en qué cantidad, cuándo es importante, cuando es turbio, cuando es peligroso. Nos tenemos que dar cuenta de que como docentes, nuestra responsabilidad ya no es darles de beber, ya no es seleccionar el contenido y comprobar que se lo han tragado.
Nuestra responsabilidad está en que nuestros alumnos no se ahoguen ni se envenenen, que no se dejen llevar por la marea, que aprendan a navegar, a nadar y a nutrirse en este océano de información.
Tenemos que proporcionar contenedores, no contenidos. Y he aquí uno de los grandes problemas, que no tenemos referentes, que nuestra experiencia como alumnos no nos sirve, que los profesores a los que admirábamos no tuvieron que enfrentarse a esto y no podemos imitarles.
¿Qué opciones tiene un profesor que debe proporcionar "contenedores" en lugar de contenidos y no sabe hacerlo?
Opción 1: Negar la realidad
Y como no sabemos cómo hacer esto de proporcionar contenedores caemos en buscar culpables, que si las consolas, que si se debería trabajar desde casa, que si ya tendrían que "subir" a mi curso con ello aprendido.... En fin, que quién no se consuela es porque no quiere.
Opción 2: Contenedores a lo loco
Pues busco en google: Innovación, competencias, actividades. Como soy nativo del contenido elegiré una actividad que trate sobre algo que tenga en mi curriculo, no muy importante, no vaya a ser que me salga mal la cosa y enchufo la actividad. ¿Y ahora cómo la evalúo? Pues con una rúbrica que me da la editorial o que me bajo de Internet (correspondiente a la actividad o no). ¿Y ahora cómo la incluyo en la calificación? Pues en el 10% de actitud.
Conclusión: es una pérdida de tiempo.
Opción 3: Uso de las TIC en el aula
Me cojo un tema que no me guste mucho explicar (generalmente porque no es lo mío) y digo en clase, dos sesiones de búsqueda de información en Internet, me presentáis un trabajo a ordenador en 2 semanas. ¿Cómo lo corrijo?, pues las faltas y la expresión. ¿Cómo lo evalúo? con que me presenten algo legible sobre el tema es suficiente. ¿Cómo lo incluyo en la calificación? Pues en el 10% de actividades en clase.
Conclusión: esto es un chollo, innovo y corrijo exámenes mientras ellos están motivados navegando en Internet. Ahora solo tengo que ver qué quito del contenido que no he podido dar de verdad en esos dos días.
Opción 4: Trabajo por proyectos
Eehhh, estooo, es muchísimo trabajo.
Opción 5: Me empiezo a hacer preguntas...
Conclusión: Ya tengo más ganas de volver a innovar mañana.
Un buen post, me ha hecho reflexionar, avergonzarme y reírme a partes iguales.
ResponderEliminarEnhorabuena por este post,hace reflexionar,pensar y preguntarse continuamente como poder mejorar.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu articulo Gloria, me reconozco en ciertas frases, bravo por tu amor a la docencia.
ResponderEliminar¡FELICES FIESTAS!
Víctor